martes, 28 de octubre de 2008


12 agosto,08


Quiero que alguien me lea hasta dormirme. Joder escuchando Jacqueline, de los Franz Ferdinand. Besar los ojos, la nariz, la frente, el pequeño territorio de las sienes. Dar y esperar (mi piel se corroe). Cruzar los ríos de coches sin pensar, sin prisa. Conocer el límite de la paciencia. Ver llorar. Encontrar ese pueblo metafísico donde el mundo se alejó (el cual, evidentemente, no tiene existencia real). Recorrer librerías un buen rato de la tarde. Acostarme en el pasto y dormir. Hacer empanadas de queso (ésas me salen bien). Estudiar con descansos. Beber café hasta la ansiedad. Fingir que aprendo el vericueto de los videojuegos. Nadar, nada-dar. Pasarme un día sin discutir idioteces. Gritar lo que he guardado y ya ni recuerdo. Decir que adolezco. Romper todo y remendarlo. Aventar piedras al río, subir las pirámides. Pasear en Cholula. Mirarnos las estrellas. Atarme y caminar con zapatillas negras.

Sentir en mi paladar que ya no estás, todo lo que alguna vez deseé ya nunca fue. Amarrar todo lo no-cum-pli-do y que se lo trague el pozo de los deseos. Cuando alguien tire una moneda y pida algo del atadillo, brote y deje su condición de deseo, se convierta en algo real. Que funcione para alguien más.

Algún día me borraré de esa lista. Creo que serás una mejor persona, y te darás cuenta mucho después de que haya pasado. Me habré acostumbrado a la rudeza de los ciclos, será olvidado lo que no pasó, sólo quedará el whisky, el chocolate, las tardes no lluviosas y me alegraré porque eres feliz.



...porque el único país donde he sido derrotada (tu cuerpo) nunca fue mío.

domingo, 26 de octubre de 2008

Y dice la chica X:

¿Porqué posteamos cosas que sabemos que a nadie le interesan, será acaso que necesitamos expresar algo que sabemos que las personas cercanas a nosotros simplemente ignorarán?

Ella cree estar en su etapa emo.

Yo ando en mi etapa no hormonal, así que no tengo excusa válida para nada.

sábado, 25 de octubre de 2008

labios ciruela

Entraron en su departamento, como otras veces de los últimos tres meses. Ella le cocinaba, le gustaba hacerlo; él la esperaba escuchando música. Ése día fue arroz blanco y milanesa de pollo con brócoli. Comieron, pero había algo extraño en la manera en la que ella gastaba los silencios mientras masticaba, y él no supo describir qué era. Después, al recordarlo, entendería que en esos silencios ella se le iba haciendo distante, evanescente, ya estaba muy lejos de esa mesa.
No esperó a terminar de comer: -debodecirtealgo. Y él vio sus labios ciruela moviéndose para decirle lo que siempre había sabido: que de ella no se iba la sombra de ése.No puedo seguir haciendo esto, creí que estaba lista, pero no. Disculpa si no he sabido quererte, pero no soy la persona que estás buscando –tú no sabes lo que estoy buscando no sé que buscas, pero sé que no soy yo, no buscas a alguien que ama a otro. Eso no es para ti.
Él vio la tristeza en sus ojos, y comprendió que no habría frase/hecho/locura que la hiciese cambiar de opinión, supo que insistir sería en vano. Siempre deseó que al final ella se olvidara de ése otro y hoy no, en este final él salía por la puerta del departamento con un beso robado de esos labios ciruela que tanto -preveía- habría de extrañar.
Regresó para una última pregunta.
-¿Me dejas pasar a tu baño?

lunes, 20 de octubre de 2008

El gen de dios

Caminando por la ciudad leí unos anuncios sobre la ciudad de las ideas, cuyo eslogan es ¿cuál es tu idea más peligrosa? Me habían dicho que el precio de la entrada es de 21,500 varos, así que decidí que por esa ridícula cantidad la ciudad de las ideas se había ganado su gogleada –si si, me he vendido a ése americanismo--. Y decidí chequear a los conferencistas del evento, ¿por qué carajos es tan caro? Me encontré a varios psicólogos, filósofos, una periodista, una antropóloga, activistas, un físico, economistas, un rabino y a Dean Hamer, un genetista del Instituto Nacional de Cáncer de Bethesda, en EU. El señor publicó un artículo donde especifica que midió en más de 1000 personas el grado de "espiritualidad" y encontró que los que tenían menos fe tienen menos transportadores de neurotransmisores en el cerebro, codificado en un gen. “El gen VMAT2 codifica para un transportador vesicular de monoaminas que juega un papel clave en la regulación de los niveles de serotonina, dopamina y norepinefrina. Se ha postulado que esos neurotransmisores tienen un rol importante en la regulación de actividades cerebrales asociadas a creencias místicas”.En respuesta a los creyentes que aseguran la fe es un acto que está más allá de la regulación biológica, ligado a factores como sociedad, carácter y tradición, Hamer respondió “Los creyentes religiosos pueden apuntar la existencia de los genes de Dios como una señal más de la ingenuidad del creador- una inteligente forma de ayudar a los humanos con el conocimiento y aceptación de presencia divina”.
Mmm…¿y los que no expresan el gen, o lo tienen mutado? Qué jalada de Dios de interferir con su propia creencia mediante el arreglo de algunos genes. Yo no creo en dios como lo supone la religión católica, me gusta pensar en que en el universo existe una energía diferente a la que llaman dios… No descarto la idea de que la espiritualidad pueda ser consecuencia de una función biológica (ah, qué blasfemia), pero la ciencia debería avanzar más antes de soltarse a dar especulaciones sobre genes de dios o genes de homosexualidad. Mmm… y yo debí esperar a conseguir el libro y/o el artículo antes de soltar tanto rollo. Con lo que a mi me gusta especular. Mal mal mal.

lunes, 13 de octubre de 2008

Mi más corta historia de amor

Me levanté temprano. Hice una lsita de todas las cosas que debía hacer y medí el tiempo necesario, relegué las tareas al día siguiente y mi día comenzó bien. Pero el tiempo destinado a la siesta se prolongó y llegué cinco minutos tarde a la proyección de En aquellos días, cine gratis en una sala pequeña (si, los sábados suelo ir sola, encuentro la salita acogedora). Estaba completamente a oscuras, saqué el celular para iluminar un poco y nada. Caminé hasta el medio, estiré la mano para comprobar que no había nadie en el lugar, pero no conseguía dar con la parte baja del asiento, y --ah, ésta parte me gusta-- alguien bajó la butaca y me senté. Di un apresurado gracias mientras ojeaba al chico delgado que estaba a mi lado. Se recargó en el reposabrazos cerca de mí, y enseguida me vi vagando por el centro de la mano del chico que conocí viendo una película en blanco y negro, qué romántico sería contarlo después. Moreno, un poco alto, con lentes. Así era mi futuro exnovio. Me recargué del otro lado de la butaca, pues me sentía un poco intimidada. Seguí pensando en que quizá él conociera mucho cine, y yo podría cantarle bajito al oído.
Y en la pantalla él le pide que se marchen juntos; ella, pensando en lo egoísta de la proposición, le dice que no. Y la despedida es uno de esos besos en donde no había lengua, 'de mentiritas' como solía decir mi madre. Y mi chico dorado se voltea y abraza a su chica. Crack¡ Dijo mi corazoncito.
Eso me pasa por facilota.
Siempre irrevocada llega
la mañana,
me quieras o no.
And now
I know you've always been
Out of your head, out of my head I sang


www.Tu.tv

Me encanta la idea de los sueños cruzados :P

domingo, 12 de octubre de 2008

Hace unos cuantos días oí bajo mi ventana -que está en el segundo piso- el inconfundible sonido de apareamiento y/o ardor que emiten los mariachis. Me puse los lentes, una diadema y abrí la cortina (ya que albergaba en alguna partícula de mi ser el deseo de que fuera para mi, aunque la hora fuera incoherente -9.20 am, aprox-).
Y predeciblemente no, no era. Llevaban entre cuatro personas un féretro, en una suerte de procesión, y habían decidido a pararse bajo mi ventana a tocar una canción. Por alguna razón me sentí parte de la escena: nadie lloraba, tan sólo los cargadores se veían cansados. Hace mucho que no asisto a un entierro, y allí estaba yo, fascinada con la música y extrañada de asistir al último viaje térreo de ese desconocido (e increíblemente, sigo sin recordar qué canción tocaban, pero estoy segura que no la tengo).
Terminó la canción y siguieron su camino.

Coleccionista de adioses

Ahí está la novia, aburrida del sermón del padre. El novio nada impecable, sudando metido en su traje negro y corbata, con los azahares en su bolsillo. Y lloro. Lloro en las bodas, siempre me ha emocionado la idea de compartir la vida con otra persona, despertar en las mañanas y encontrársela, el ver a dos personas enamoradas (si si si, eso me encanta). Se me figura todo eso muy complejo y antojable. Pero también lloro, principalmente, por el adiós. Los adioses siempre me han resultado tristes, aunque en ocasiones sean bonitos: no les quita el sentido de pérdida, aunque sea en beneficio de otras situaciones, oportunidades, experiencias. Ahora entiendo a los melancólicos: “…llegas a un punto en el que te das cuenta que lo triste es bonito, y lo bonito es triste” leí decir a alguno. Ése adiós a la vida que llevabas, me resulta triste. Aunque las perspectivas son agradables, aunque así lo hayas decidido. Espero seguir llorando en las bodas, en mis mudanzas, cuando mis perrros escapan, el día en que mis peces salten al vacío, cuando vea a mis hermanas...aahhh...ya fue.