sábado, 25 de octubre de 2008

labios ciruela

Entraron en su departamento, como otras veces de los últimos tres meses. Ella le cocinaba, le gustaba hacerlo; él la esperaba escuchando música. Ése día fue arroz blanco y milanesa de pollo con brócoli. Comieron, pero había algo extraño en la manera en la que ella gastaba los silencios mientras masticaba, y él no supo describir qué era. Después, al recordarlo, entendería que en esos silencios ella se le iba haciendo distante, evanescente, ya estaba muy lejos de esa mesa.
No esperó a terminar de comer: -debodecirtealgo. Y él vio sus labios ciruela moviéndose para decirle lo que siempre había sabido: que de ella no se iba la sombra de ése.No puedo seguir haciendo esto, creí que estaba lista, pero no. Disculpa si no he sabido quererte, pero no soy la persona que estás buscando –tú no sabes lo que estoy buscando no sé que buscas, pero sé que no soy yo, no buscas a alguien que ama a otro. Eso no es para ti.
Él vio la tristeza en sus ojos, y comprendió que no habría frase/hecho/locura que la hiciese cambiar de opinión, supo que insistir sería en vano. Siempre deseó que al final ella se olvidara de ése otro y hoy no, en este final él salía por la puerta del departamento con un beso robado de esos labios ciruela que tanto -preveía- habría de extrañar.
Regresó para una última pregunta.
-¿Me dejas pasar a tu baño?

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