viernes, 30 de mayo de 2008

de aquí hasta que te me pierdas

Bajo el cielo agujereado con estrellas: estrellas-ventana a las no elecciones, a caminos no tomados que constituyen otros universos.

Vives en el país donde la moral es un árbol que da moras, y ya está. No tienes idea de que la moral exista porque no te existe. Ojalá te quedaras para siempre en 19 años. Así no tendría que comparar a quien imaginé con aquél que sé que invariablemente serás tú. Tú hasta que te me pierdas.

Levanta el brazo, iza el dedo: quizá alguna vez logras que entre en uno de esos agujeritos, lo agrandas y te haces una idea de cómo sería alguna de tus-otras-vidas, viendo a través (en una de ellas decidiste quedarte). Por supuesto que todo eso no te importa.

Aún así mordí el borde de tus ganas. De esas ganas mías que pronto se cristalizaron en tuyas. No me digas nada; sólo húndete y no me viajes. Sólo pásame. Sólo invítame a esas paredes rosas unos momentos, haz que me basten para un par de nunca más que duren al menos unos meses ésta vez. Mis queratinocitos ya no extrañan, tan sólo recuerdan.

Entendé que no me fío.

Y que no lo necesitamos.

Suspirabas quedito. Así como los hombres no lloran, tampoco suspiran. Y tampoco mienten. Y es que me fascina el viaje de tus manos en mi espalda.

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