miércoles, 5 de noviembre de 2008

Estuve aprendiendo un rato a escribir con las yemas de los dedos. Esto a raíz de que mi dedo medio tiene un callo, lo llamo el dedo mutante. Tiene una deformidad que me ha desdibujado la uña; si pudiera escribir con las yemas no existiría.Mi divague es, entonces: ¿debemos aprender a vivir con nuestras deformidades? Mi dedo es funcional, aunque poco estético, y en ocasiones me ocupo de pensarlo. Pero mi duda va más allá, llega a las deformidades emocionales (léase enfermedades de las que estamos presos, nuestros traumas.) Aún no conozco a alguien exento de deformidad.
Un personaje suicida habla de ello: dice que debemos aprender a vivir con nuestras deformidades. Pienso que debemos aprender a convivir con ellas, a que no interfieran de manera negativa en nuestras interacciones. Sería mejor reformar las deformidades, pero yo no quiero reformar ésa parte mía, tiene mucho peso en quien soy como para cambiarla. Crecer no siempre implica mejorar: quizá decrecer también ayude a mejorar. (Mi deformidad mayor es que suelo ser muy peyorativa con algunas personas. Siempre ha sido ésa mi intención. Una disculpa digital, ojala pudiera apoyar más que criticar.)

Por cierto, desistí de aprender a escribir con las yemas.

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